lunes, 4 de octubre de 2010

Jardin de Francia.

"crecieron flores en mi cabeza,  me abrí a la vida y a preguntarme qué diablos iba yo a hacer en esta gran aventura en la que todos tenemos una razón de ser.  No intuí que seguiría preguntando toda mi vida para saber de qué se trata, por qué y para qué estamos aquí". 



Una Francia idealizada, una Francia por mi creada, un romance que entre ella y yo existe, y no me permite mirar a otro lado.

Decidí vivir en un jardín de Francia, sí, uno de esos libros de aquella escritora que me provoca tanto Elena Poniatowska. Pero no solo he vivido  en un «jardín de Francia », también he vivido en un «azul» muy poético de Rubén Darío o en una «Increíble y triste historia de la Candida Erendira y su abuela desalmada. »

Vivo  en libros porque mi realidad ya me resulta aburrida, vivo en mis letras porque las palabras repetitivas ya me hartaron, espero pronto mudarme a algún cuerpo, o quizás a alguna planta perenne  tal vez termine por mudarme a mi propia mente, donde ya crecieron flores, donde  hay pájaros y árboles de lapiceros.

 
¿Hubiera sido más fácil si contestaba en los Jardines botánicos de Polinesia Francesa?