Una Francia idealizada, una Francia por mi creada, un romance que entre ella y yo existe, y no me permite mirar a otro lado.
Decidí vivir en un jardín de Francia, sí, uno de esos libros de aquella escritora que me provoca tanto Elena Poniatowska. Pero no solo he vivido en un «jardín de Francia », también he vivido en un «azul» muy poético de Rubén Darío o en una «Increíble y triste historia de la Candida Erendira y su abuela desalmada. »
Vivo en libros porque mi realidad ya me resulta aburrida, vivo en mis letras porque las palabras repetitivas ya me hartaron, espero pronto mudarme a algún cuerpo, o quizás a alguna planta perenne tal vez termine por mudarme a mi propia mente, donde ya crecieron flores, donde hay pájaros y árboles de lapiceros.
¿Hubiera sido más fácil si contestaba en los Jardines botánicos de Polinesia Francesa?